miércoles, 22 de agosto de 2007

"Agosto, Aversa cerrado"

"Taza anónima"
Recuerdo que recién aterrizada aquí en Barcelona, estrenando mi primera mañana en esta ciudad, salí de casa en busca de una cafetería en la que poder tomar buen café caliente. Pregunto al portero, que solícito me indica: “camine acera abajo hasta el cruce, allí gire a la izquierda, siga todo recto y, casi al final de la calle, encontrá alguna.”

Le hago caso y, tal como me aseguró, allí estaba, entre la peluquería y la pescadería del barrio. Empujo la puerta y entro. Hasta la bandera de gente. Un pequeño hueco, como entre dos parénteis, se abría en la barra; me apoyo y pido un café con leche corto de café a uno de los dos hombres que estaban atendiendo. Me gustó el café y me gustó el lugar. El café porque es italiano, de mis preferidos, y el lugar porque transmitía un "noséquécálidoqueteatrapa."

Y desde ese día hasta hoy he seguido yendo, y tomando café; a veces, algún sabroso “farcit”; otras, unas estupendas “amanidas”, y las menos, no porque no estén buenos sino porque son una auténtica locura lo ricos que están, los bizcochos y tartas, un auténtico lujo para el paladar. Nunca sucumbir a una tentación ha sabido tan bien y tan ricamente, ni regalarle a los sentidos esas mezclas de sabores y esas texturas ha sido tan deliciosamente pecaminoso.

Pero lo mejor del “Aversa”, que es así como se llama “mi cafetería”, son algunas de las personas que allí están o van. Cada una aporta algo y deja algo, aun cuando no está sigue estando.
Ahí reside la magia del lugar.

Y los magos que lo orquestan prácticamente todo son Bruno, el italiano silencioso, –así le he apodado-, centinela de la cafetera, y Luis, “Luisote” como cariñosamente le llamo. Energía vital en estado puro. Hasta el último detalle cuida, nada se le escapa. Todo está limpio e impoluto en su cafetería. "Aversa" es lo que es porque ellos le han dado vida propia, lo siguen haciendo cada día con su presencia y su buen hacer.

El café se ha convertido en algo secundario, ir a diario ya es un ritual; el día que falto a mi cita lo echo de menos, porque los quince o veinte minutos en los que su magia me rodea no tienen precio, son un bálsamo.

Entre las personas que por allí nos topamos a diario haré mención especial a una de ellas, porque especiales para mí son Alejandro y su “Humphrey”, el teckel más encantador que he conocido, apuesto y seductor perro donde los haya. Grata compañía la suya, sí, mucho; deliciosos los momentos que he compartido con ambos, y que confío se repitan.

"Aversa" habla, te habla; adivina cuando estás triste y te arropa; cuando te sientes sola, te hace compañía; cuando te ve alegre, se alegra contigo; cuando te falta ánimo, te da un empujón...

Es más que un lugar donde tomar café o comer, es el huequito del árbol por el que me cuelo para estar conmigo y no ser de nadie más, es mi escondite secreto. No me ven pero estoy ahí, acurrucada en mi rincón favorito y oculta bajo las páginas de algún libro que siempre me acompaña.

Y aquí estoy ahora, hoy... contando los días que faltan para que septiembre arranque del calendario este mes y así poder volver a mi cafetería, al "Aversa"; desayunar con el café que tan bien me sabe y rodearme de quienes aun estando ausentes no se habían ido del todo.
Ya falta menos…

Django Reinhardt & Stéphane Grappelli (vídeo musical).

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