domingo, 9 de septiembre de 2007

"La carne es fuerte"

"Distracción rosa"
Sí, lo es. A pesar de que la religión lleva siglos intentando convencernos de lo contrario, de que es débil. La carne tira, empuja y desafía, casi siempre con éxito, a nuestra razón y a nuestros prejuicios. Es fuerte.

Su victoria nos deleita con momentos de placer y de éxtasis; placer rehuido, temido y anhelado a la vez. Placeres condenados, condenables; dulces y amargos; añorados por su intensidad; odiados por su temible poder de dominación. Feroz batalla la que se libra contra uno mismo, no existe peor enemigo ni contrincante más temido.

Después de su momento de gloria aparece la niebla de la culpa y nos envuelve en un húmedo abrazo. Es la eterna lucha del “yo” verdadero contra el “yo” que debemos ser y que nos imponemos. Ese otro que evitamos mirar cara a cara lo encerramos entre rejas tan pronto somos conscientes de su poder. El miedo es su carcelero, la vergüenza llave maestra del candado que atraviesa su puerta.

Sí, nos avergonzamos de lo que muchas veces sentimos, de lo que nos produce placer, y que sabemos es reprobable ante la inquisidora mirada del vecindario del mundo, de la sociedad. Y como si de hijos deformes se tratase, ocultamos nuestros sentimientos en lo más profundo de nuestro ser. Calabozos del alma. Ergástulas de confesiones no pronunciadas, de sueños pecaminosos y amores ilícitos que se pudren bajo nuestra carne como abortos.

Nos convertimos en burdas imitaciones de nosotros mismos, bisutería y oropel de materiales nobles que no sabemos lucir. Perchas de la cobardía, escaparates que siempre muestran su mercancía en rebajas.

Ante esta dictadura impuesta al placer, me arqueo y me tenso sobre la flecha de la lucidez perdida para que se clave en la médula y, allí, abra un surco del que mane música, agua y color, paleta sobre la que se columpiarán nuestros insintos para acariciar los sentidos.

Van Morrison "Moondance" (vídeo musical).

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