domingo, 30 de septiembre de 2007

"El Huno"

Ajustó la peluca sobre su cabeza y se miró en el espejo por última vez antes de salir. Sí, estaba perfecta. De camino hacia la puerta agarró al vuelo un pequeño bolso. Todo lo que necesitaba estaba allí dentro. Sin volver la mirada abandonó para siempre aquel mugriento cuarto y con paso decidido bajó las escaleras que conducían a la calle.

Giró a la izquierda y continuó todo recto durante un buen trecho. El lugar de destino quedaba algo lejos. Las luces de neón chirriaban ante su mirada con estridentes y agresivos colores que todo lo invadían; las bocas de los locales vomitaban gente, en su mayoría hombres, y mucho ruido, humano y musical. Todo aquel que visitaba la zona sabía que estaría sometido a ese maltrato visual, no en balde iban en busca de emociones mucho más fuertes e intensas.
¿Qué se podía esperar si no en el barrio de las putas?

Llegó a su puesto de trabajo, puntual, como venía haciendo cada noche desde hacía un año. Era discreta y silenciosa. No quería problemas con sus compañeras, no le interesaba armar jaleo, y mucho menos llamar la atención. No compartía con ellas el mismo objetivo: ganar dinero con su cuerpo.

Su clientela era fija y selecta, tal como se había propuesto. Tres clientes eran los destinatarios de su experiencia y artes amatorias. Y, debía ser muy buena, pues, para su sorpresa, siempre preguntaron por ella desde el primer encuentro.
Aquella noche le tocaba a él, a "Huno" (abreviatura de Hombre Uno). A ninguno les llamaba por su nombre, no quería implicaciones emocionales de ningún tipo. Los otros, como buenos secundarios, se quedaban simplemente en: "Eldos" y "Eltres."

La hora acordada se acercaba. Se miró de reojo en el escaparate de un sex_shop. Todo estaba en su sitio, la poca ropa que llevaba encima, para ser exactos. Un escotado vestido negro insinuaba unos turgentes y tentadores pechos, la espalda quedaba al descubierto en toda su trayectoria, hasta el mismo coxis. Las piernas, bien torneadas y largas, asomaban en todo su esplendor bajo el escaso tramo de tela, destinado a ocultar ciertas zonas de privada visión y deleite. Unas sandalias con tacón de vértigo eran el colofón a su indumentaria.

Un coche aparcó enfrente de donde estaba. La puerta del copiloto se abrió como una oscura cueva ante ella. Entró. Conductor y acompañante se alejaron de aquel sórdido lugar. Él iba camino del éxtasis eterno, ella de cumplir su promesa.

El nuevo día asomó a su hora, y sin contemplaciones desplazó a la noche con todos sus habitantes y fauna. Eran las nueve la mañana, hora de un buen desayuno. Entró en su cafetería de siempre, se sentó en la mesa de siempre y, como siempre, leyó la prensa.
Los titulares eran unánimes, la noticia corría como reguero de pólvora en boca de todos los allí presentes.
Sin inmutarse leyó la cabecera, únicamente. El resto no le interesaba. Conocía a la perfección todos los detalles.

El presidente de una prestigiosa multinacional había sido hallado muerto en la cama de un lujoso apartamento. El cadáver, encharcado en su propia sangre, estaba desnudo, esposado al cabezal y con los pies encadenados. Su miembro había sido amputado e introducido en la boca hasta la garganta.
La policía había iniciado una investigación y, hasta el momento, no tenían ningún sospechoso.
Dobló el periódico y lo dejó sobre la mesa. Sonrió para sus adentros y suspiró levemente. Su promesa había sido cumplida.

Aquel cabrón, en su juventud, despechado ante la negativa de su madre a sus proposiciones, una noche decidió violarla hasta casi matarla. Ella no dudó en denunciarle y esa fue su ruina. La familia de él era rica y muy poderosa, compraron a la policía, amenazaron a los testigos y sobornaron al juez. Salió en libertad sin cargos.
Su madre quedó embarazada. Decidió tener a su hija, mas a los pocos meses de nacer ella se suicidó.

El muy cerdo, antes de morir, había escuchado horrorizado toda la historia de sus labios.
Querido Huno, comenzó lentamente su confesión, deseaba regodearse, estás follando con tu hija. Sí, sí, no abras tanto los ojos, hijo de puta. Soy tu hija, sí, sí, la misma que estás pensando. La misma que durante un año te la ha chupado, y a la que le has metido la polla, por delante y por detrás. Le lamiste el coño a tu hija, Huno ¿ahora sientes asco? Seguro que no tanto como el que yo he tenido que soportar desde el primer día que me tocaste. Después de estar contigo me iba al baño y vomitaba, vomitaba la repugnancia que tenía que disimular cuando estábamos juntos.
Y deja ya de negar con la cabeza, porque ahora quien da las órdenes soy yo. Es cierto, soy tu hija, tu hija bastarda, muy a mi pesar y para mi vergüenza. Ahora te das cuenta a quién te recordaba, ¿verdad? A mi madre, sí.
Tú la mataste, y has de pagar por ello con tu vida. Tu vida por su muerte. Sea pues. Y dicho esto le amputó el miembro con un enorme cuchillo de cocina, acto seguido, aún vivo pero exangüe y sin fuerzas para poder emitir sonido alguno, se lo introdujo en la boca.

La policía, a día de hoy, continúa buscando a la misteriosa prostituta del “Barrio de las Flores Nocturnas.” Así como apareció un día, desapareció de la misma forma: silenciosa y discreta.

Tracy Chapman "The promise" (vídeo musical).

sábado, 29 de septiembre de 2007

"A un desconocido"

"De piedra"

Ella se sumerge en el océano de su voz, desnuda sus instintos y se pasea insolente por el vértice de su sexo. El cuerpo es cámara secreta de díscolos pensamientos que acuden sin ser llamados y que con desafiante impudicia tejen una fina red sicalíptica.

Las murallas de Jericó se tambalean, ¿dónde está el enemigo a derribar?

Las palabras son instrumento sonoro de sus manos. Ayer rodeaban sin llegar a tocar, hoy se atreven a rozar la piel, rebotan como un eco y regresan llevando consigo el rocío de una fragancia que él recoge con avaricia y oculta en sus entrañas cual pócima secreta, elixir de placeres prohibidos.

Es un desconocido en su presente, tentador conocido incierto en el mañana. Provocadora presencia que turba, a su pesar.
La confusión empuja con fuerza y decisión, intenta abrirse paso en su carne. Ella luchará hasta el final, conoce muy bien su efecto devastador y no se dejará vencer fácilmente, no, hoy no.

Aun así, desconocido, no abandones, ve y pregúntale cuál es el secreto que oculta al mundo.

Bill Evans "Waltz for Debby" (vídeo musical).

viernes, 28 de septiembre de 2007

"La gruta"

"La gruta"

No fue un bebé como los demás, no. Su llanto no fue de vida, sino de tristeza; quería regresar a la gruta de la cual había sido expulsado, allí dentro imperaban la paz y el equilibrio, fuera todo era caos y peligro.

Aun así, por mucho que pataleó y gritó no pudo impedir ser vomitado fuera del paraíso. Aterrizó en un mundo frío y hueco, poblado de seres extraños, color gris ceniza; todos ellos rescoldos de hogueras extinguidas, vidas apagadas.

Creció solo, abrazado a su soledad. La tristeza era piel que recubría su cuerpo, sus lágrimas agua bendita en las noches insomnes de aquel cuarto, reducto al que se aferraba como escudo protector, refugio de soldado acosado por el escuadrón de la muerte.

Nunca supo cómo comenzó ni cuándo. Tal vez siempre estuvo ahí, con él; y ahora únicamente se manifestaba para protegerle, para protegerse.
Era insignificante cuando reparó en ella, creyendo ver una mancha intentó borrarla una y otra vez. Mas ella, tozuda, ni se inmutaba, seguía aferrada a la pared. Esperaba paciente a que él se acercase a observarla para alimentarse de su aliento, impregnado de vida y pureza.

Los años fueron desplazando unos a otros y así llegó él a su vejez. Ambos habían crecido juntos, él hacia su ocaso, ella hacia su cenit. Cuanto mayor se hacía él, más poderosa se tornaba ella.

Y llegó el día, su día. Era hora de partir, al fin. No sabía hacia dónde, mas la certeza de su marcha le proporcionó la paz que había dejado de sentir desde que había sido arrojado a este inhóspito mundo. Una sonrisa asomó tímida, por primera vez, en su rostro.

Se acercó a “su amiga”, quería compartir con ella aquel cálido sentimiento, primero y último que inundaba su ser.
Conmovida por aquel delicado gesto se abrió para él, lo recibió y lo envolvió con sus aterciopeladas paredes, construidas a lo largo de los años con el aliento y la pureza de su alma. Se abandonó sin oponer resistencia alguna, como una revelación supo que regresaba, de nuevo, al lugar del que nunca quiso salir. Estaba dentro de ella, y ella, ahora, era él. Su hogar, la gruta.

David Bowie "Life on Mars?" (vídeo musical).


miércoles, 26 de septiembre de 2007

"El mar"

"El mar"

Me llama, sus olas son voluptuosos abrazos que envuelven mi cuerpo; la sal de sus entrañas, almohada que protege mis sueños.
Es momento de regresar a él, cual amada a la hacienda de su señor.
La noche, secreta, aterciopelada y cálida es cómplice de nuestro encuentro. Él me espera, lo sé. Siento como se agita furioso dentro de mí. Voy a su encuentro.

Lame la arena, y, mecido sobre el silencio, susurra mi nombre; refulge su blanca crin, soberbio corcel de etérea espuma; se encabrita ante mi presencia exhibiendo su poder con insultante orgullo. Cabalga indómito sobre las rocas, cocea el aire con su fragancia salobre y enamora a la luna con su canto de sirena. Ella, coqueta, se deja conquistar, se descuelga sobre el espejo de su lomo y se convierte en grácil amazona.

Camino sobre dos pies descalzos y transparentes, inquietos y pudorosos.
Entro en su reinado, rodea mis piernas con húmeda lengua, acaricia mis tobillos con provocativa sensualidad. Se recoge para regresar, una y otra vez, al ritmo de una música que se esculpe bajo su vientre, poblado de vidas, poblado de almas.
Me inunda con su esencia, me habla con palabras que se dibujan sobre las estrellas; traza, sin vacilar, mi perfil sobre el lienzo mudo y dócil de la arena, sumisa vasalla de poderoso señor.

No tiene contrincante; nadie como él para amar, nadie como él para matar. Él es la vida y la muerte. Lo da todo, lo quita todo.
Me encuentro con él, me encuentro conmigo. Soy, somos.
El mar, mi mar.

Rodrigo Leao "Mar meu" (vídeo musical).

martes, 11 de septiembre de 2007

"La enfermedad"

Con el otoño llega la caída de la hoja; a él con la nueva estación que comenzaba en su vida, la jubilación, le llegó una inesperada visita, de esas que vienen para quedarse nadie sabe cuánto, pero de las que nadie desea ser anfitrión. Y así, sin avisar y sin pedir permiso, se instaló y se apoderó de una parte de su espacio, se hizo dueña y señora del tiempo, de sus días y de sus noches. Engendró hijos del miedo y hermanos de la incertidumbre. Seguro que nunca habrá llegado a conocer tanto a una mujer como a ella.

Seis años dura ya su relación, conoce él todos sus guiños, sus pataletas, sus mortales caricias y pacíficos sueños. Ella sabe dónde morder, lo hace a veces, más luego afloja. Aquellos hombres y mujeres de bata blanca logran disuadirla, convencerla y acallar su malhumor. Refunfuña, retrocede y se repliega. Todavía se deja querer, y, a ratos, dominar. Es caprichosa pero con cierto grado de docilidad. Ojalá que no aprenda los trucos para triunfar.

Y así conviven los dos. Ella dentro de él; él con ella. Un amor que será eterno, pues ambos saben que nunca se irá. El silencio de la complicidad, una complicidad que asume con resignación, reconoce que no puede ser de otra forma.
Ella es "la enfermedad", así la ha bautizado.

Mas él, durante estos años, ha aprendido muchas cosas de ella y con ella. La vida ha sido generosa, lo está siendo aún. Ha visto caer a tantos a su alrededor que no puede ser de otra manera; amigos, vecinos y familia que han sido devorados por la crueldad de un amor no deseado. Sabe que ha de ser humilde ante la vida, pues a él se le ha concedido más tiempo, y, hoy, ahora, esa es toda su fortuna, su tesoro. La muerte está ahí, más cercana, pero todavía no ha extendido su mano para señalarle.

No hace muchos años, o, tal vez, sí, sean muchos, se le escapó a hurtadillas, como un niño travieso, un bocadito de cariño y amor. Se descolgó sobre Lucky, un hermoso yorkshire terrier, allí se quedó durante casi cuatro años y con él se fue cuando dejó de vivir. Contemplar aquel gesto fue descubrir un poco su secreto. El que lleva ocultando tantos años al mundo.

La vida me ha enseñado a quererle, ya no reniego cuando le veo reflejado en el espejo de mi días; él ha aprendido a dejarse querer, por fin la fortaleza abre las puertas y permite el paso a su corazón. Ahora ya tengo un padre; él, una hija.

A veces es necesario morir un poco para aprender a vivir y amar.

A mi padre.

ABBA "Dancing Queen" (vídeo musical).

lunes, 10 de septiembre de 2007

"Tiempo"

"El poder y la palabra"

Abro puertas en mi carne quemando la piel contra las paredes impasibles de una ciudad cualquiera.
Mana la sangre y en ella se diluye parte de una tirana desolación que se resiste a abandonarme.
Duele, duele la ausencia de una piel que se ha quedado atrapada entre las grietas de una silenciosa pared.
Grita la carne, lanza alaridos de vergüenza al saberse desnuda y expuesta al mundo.
Acude presto el tiempo, se posa discreto y silencioso; despliega su manto y ahí se queda, lento, lejano; siempre infalible.
Tiempo, ah… el tiempo, hierático y mayestático. No existe fórmula ni genio que te pueda abatir.
Somos títeres que mueves a tu antojo, podremos engañarnos con tretas, ardides y mascaradas, mas tú no te arredras, ni ofendes, pues tienes bien clara tu misión.
Ay... quién fuese merecedor de tus favores.
Sé escenario de mis sueños, espejo que no se hace añicos cuando me asomo, cómplice que sobornar para recuperar un tesoro perdido.
No te vayas antes de que mi función toque a su fin.
Permite mi marcha acompañada de música escrita sobre la piel. Notas que al ser leídas emiten sonidos, palabras con fragancia a tierra, mar y sal.
No quiero entregarme a tus brazos sin antes calentar mis frías manos con el calor de su rostro.
Mi equipaje pesa, me va pesando.
Ayúdame, no a llevarlo, sino a que no me falten las fuerzas que ahora, aún, tengo.
Que no me abandonen, que no se apague el motor, camina a mi vera; a la par, juntos, tú y yo. Sigamos, pues.
Todavía no es momento de entregar la maleta, tengo muchas cosas que incluir, otras tantas que recuperar.
Toda mi fortuna eres tú, tiempo; mi desgracia, también.

Pink Floyd "Time" (vídeo musical).

domingo, 9 de septiembre de 2007

"La carne es fuerte"

"Distracción rosa"
Sí, lo es. A pesar de que la religión lleva siglos intentando convencernos de lo contrario, de que es débil. La carne tira, empuja y desafía, casi siempre con éxito, a nuestra razón y a nuestros prejuicios. Es fuerte.

Su victoria nos deleita con momentos de placer y de éxtasis; placer rehuido, temido y anhelado a la vez. Placeres condenados, condenables; dulces y amargos; añorados por su intensidad; odiados por su temible poder de dominación. Feroz batalla la que se libra contra uno mismo, no existe peor enemigo ni contrincante más temido.

Después de su momento de gloria aparece la niebla de la culpa y nos envuelve en un húmedo abrazo. Es la eterna lucha del “yo” verdadero contra el “yo” que debemos ser y que nos imponemos. Ese otro que evitamos mirar cara a cara lo encerramos entre rejas tan pronto somos conscientes de su poder. El miedo es su carcelero, la vergüenza llave maestra del candado que atraviesa su puerta.

Sí, nos avergonzamos de lo que muchas veces sentimos, de lo que nos produce placer, y que sabemos es reprobable ante la inquisidora mirada del vecindario del mundo, de la sociedad. Y como si de hijos deformes se tratase, ocultamos nuestros sentimientos en lo más profundo de nuestro ser. Calabozos del alma. Ergástulas de confesiones no pronunciadas, de sueños pecaminosos y amores ilícitos que se pudren bajo nuestra carne como abortos.

Nos convertimos en burdas imitaciones de nosotros mismos, bisutería y oropel de materiales nobles que no sabemos lucir. Perchas de la cobardía, escaparates que siempre muestran su mercancía en rebajas.

Ante esta dictadura impuesta al placer, me arqueo y me tenso sobre la flecha de la lucidez perdida para que se clave en la médula y, allí, abra un surco del que mane música, agua y color, paleta sobre la que se columpiarán nuestros insintos para acariciar los sentidos.

Van Morrison "Moondance" (vídeo musical).

sábado, 8 de septiembre de 2007

"El amor, bajo en calorías y en lonchas finas"

¿Dónde está mi mundo?
Me giro, miro en derredor y me encuentro rodeada por una inmensa charcutería donde todo, prácticamente todo, se corta y se vende al peso. Todo medido, todo comedido. Se ama con moderación, lo justo, o se tiende a que así sea.
Se dosifica la información; se inyecta el dolor en ampollas; la educación es descafeinada y meliflua; la justicia se aplica con cuentagotas; impera la equidistancia, la indefinición y las medias tintas.

No sabemos si vamos o venimos. Somos una gota sin identidad que se diluye y pierde el color de su sonido en el océano monocromo de la multitud, de la muchedumbre.

Si somos racistas o clasistas, que en el fondo lo somos en mayor o menor medida aunque no guste admitirlo públicamente, que no se note, ni traspase, ni se mueva (protejámonos con el Tampax de la solidaridad y la tolerancia, de lo “políticamente correcto”). Da igual que en el back stage imperen los verdaderos sentimientos, de rechazo, desconfianza o temor.
Lavemos nuestras conciencias apadrinando niños por “taintantos” euros al mes; qué importa su identidad, su dolor es lejano y su desgracia más. Liberemos carga de culpa, sumemos bondad y restemos artificial y artificiosamente prejuicios que nunca nos abandonan; y así hasta al próximo examen de ¡conciencia?

Es curioso, sin embargo, comprobar como gente más cercana a nosotros en el tiempo y el espacio necesita ayuda, de la nuestra, sí, también; y que lejos de apresurarnos a brindársela volvemos asépticamente nuestra mirada hacia otro lado, porque claro, nuestra cuota de “cómoda generosidad” ya está cubierta con los “taitantos” euros. Ante la desgracia cercana nuestra solidaridad se vuelve ciega y sorda.
Todo se mide, todo se pesa, todo se reprime y todo se comprime. Se dosifica.

No es de extrañar que atravesemos una escandalosa sequía de creatividad.
Crear es como arrancar hijos al alma, engendrar ideas del sentimiento desatado y feroz, vomitar pasión para alimentar la propia existencia.
Todo aquel que crea no entiende de pesos ni de medidas. Se limita a buscar un medio de expresión que canalice toda esa energía que lo sacude, lo posee y lo demoniza.
El amor, la destrucción, el odio, la pasión son sentimientos inconmensurables. Quien ama de esa manera puede aborrecer con la misma intensidad, y su capacidad de destrucción es ilimitada, tanto como la de crear.
Quien ama sin condiciones ni límites confía en que el otro, los otros, hayan borrado la letra pequeña del contrato.

Los sentimientos en estado puro son como la naturaleza, crueles. Ni justos, ni injustos. No entienden de normas, reglas, límites o compasión alguna. Suceden y ya está. Arrasan y asolan todo a su paso, para su goce o su padecimiento.
Y si hoy, salvarse de la quema tiene como precio la renuncia a parte de lo que uno es, de lo que ha hecho y de su yo; entonces es preferible hundirse, solo, sin tabla de salvación a la que poder agarrarse. Es más digna una muerte solitaria que una salvación cortada en lonchas, cual fiambre que se ofrece en charcutería, al peso y etiquetado.

La vida es como una noria, hay quien se sube a ella y gira, y gira, cambia de canasta y de compañía, con el riesgo que conlleva de caer el vacío, pero durante el viaje disfruta contemplando el amplio paisaje que ante sus ojos se dibuja, ora grato, ora ingrato; otros, se limitan a presenciar el espectáculo desde abajo, su horizonte no va más allá del corto trayecto que les permite su limitada visión.

Cuántas veces no habremos lamentado no habernos enamorado de ésta o aquella persona, o desear con todas nuestras fuerzas poder hacerlo. Aquí no existe la libre elección, no hay libertad posible, ni juez al que poder acudir para reclamar equidad y justicia. La bondad se enamora de la maldad, la belleza de la fealdad, el egoísmo de la generosidad, la honradez de la delincuencia, la brillantez de la mediocridad y hasta la ternura de la tiranía. Es cruel, pero es así. Como una moneda, cada cara busca su cruz y viceversa. Ambos opuestos son una sola cosa, una misma intensidad que se manifiesta de formas diferentes.
Unos construyen, otros destruyen.
¿Qué es mejor?
¿Construir para encarcelar? o ¿destruir para liberar?

Todo es tan incierto, tan subjetivo, tan frágil y resbaloso que acaba mordiendo bajo nuestros pies cual diente de perro.
Tal vez hasta nosotros mismos seamos un Matrix de nuestra propia mente y vivamos en realidades ficticias, cortinas que se corren para ocultar una existencia gris, hueca, indefinida y fría, sometida bajo unas, aparentemente razonables, normas que ocultan un miedo atroz a reconocer la existencia y cohabitación con los instintos más primarios y salvajes que son inherentes a nuestra naturaleza.
La envida, la belicosidad, la ambición, el afán de poder, de liderazgo, y demás mal llamados pecados capitales son tan antiguos como el ser humano. Llegaron con él y con nosotros continúan. En tantos miles de años no hemos sido capaces de erradicarlos. Ellos terminarán por exterminarnos, seguro. Poco falta, hemos abierto las puertas del averno y sellado nuestro fatal destino.

Nos puede la soberbia, así hemos ido creando realidades impostadas e imponiendo nuevas normas e ideales de comportamiento humano, valores falsos que no conducen sino a una autodestrucción anunciada.

Creamos, mas nuestras creaciones nos superan, no estamos preparados para administrar el poder, tan acostumbrados a ser vasallos de los límites que nos imponemos. Calzamos pequeño y la vida nos viene grande.
Disfrazamos nuestro miedo escénico bajo una capa de necia autosuficiencia, desafiamos a la misma muerte, invencible y paciente dama, sabedora de su eterno poder. Reina a la que nadie quiere rendir pleitesía ni ser súbdito de su reinado.

La vida nos da, y, un buen día, nos lo arrebata. Así es, ni más ni menos. Y sobrevive, con nosotros, a pesar de nosotros y gracias a ella misma.
Mientras la tengamos, disfrutemos; cuando nos la quieran arrebatar, luchemos por sobrevivir.

Queen "Somebody to love" (vídeo musical).

lunes, 3 de septiembre de 2007

"Marino en su carnicería"

Hace unos días escribí unas líneas sobre mi cafetería favorita. Hoy será diferente, no versarán sobre el lugar, lo harán sobre la persona y, a la vez, el excelente profesional que es.
Marino se llama y le podéis encontrar en la calle Alcalá, en la carnicería más coqueta y con más sabor de todo Madrid y “parte del extranjero”. Allí está, siempre tras un níveo delantal que protege una no menos nívea camisa (impecablemente planchada), sobre la que se desliza un pequeño riachuelo de color en forma de corbata negra.
Dibuja sobre su rostro una cálida sonrisa, acompañada de un cordial y cercano saludo. Y sobre el techo de su cabeza como él bien dice bromeando: “ni un pelo de tonto”.

Recién habíamos estrenado el año 99 y ocho meses habían transcurrido desde mi llegada a la capital. Eran casi las ocho de la tarde de un día de abril, hora de cierre; deambulaba sin rumbo fijo, ora me paro aquí, ora me paro allí, mirando sin mirar, haciendo tiempo… Casi al final del cruce (entre Alcalá y Jorge Juan), al pasar por delante de una carnicería, caigo en la cuenta de que necesitaba pertrecharme de víveres. Me detengo y echo un vistazo, casi escudriñando, que una es muy exigente para estas cosas. A simple vista se veía muy limpio, todo; y eso, para mí, es de vital importancia. Decido entrar y allí me quedé hasta hoy.

Maravillada por muchas cosas, no sólo por la carne que es un lujo degustarla, sino por el trato y la gran profesionalidad que ponen de manifiesto día a día, año tras año, Marino y su troupe. Nunca he visto a nadie tratar con tanto mimo y cariño un producto como la carne, más que cortarla se diría que la acaricia. Verle en acción es toda una lección de maestría, seriedad y buen hacer. Que este hombre ama su oficio es algo que no pasa desapercibido, no señor, lo destila por todos sus poros, golpea y sacude. Es sorprendente como algo tan vulgar como un trozo de carne se convierte en algo hermoso y atractivo tras el escaparate de su carnicería. Cada pieza va envuelta bajo una capa de mimo y esmero. Nada se hace porque sí, todo allí dentro recibe un trato especial.

Cuántas veces no nos habremos reído con juegos de palabras como éste:

- Marino, ¿tiene buen hígado hoy?

- María, hoy lo tengo estupendo, el mío y el de la ternera. ¿De cuál le pongo?

- De la ternera, Marino, de la ternera.

Y, acto seguido, unas sonoras carcajadas inundan el local.
Ocho años bromeando con su hígado. Así es Marino, de entre lo bueno del oficio, el mejor, y qué decir de su lado humano… de primera calidad.

A lo largo de nuestra caminata por esta vida nos topamos con personajes de lo más variopinto, de pocas puedo decir que ha sido un honor conocerlas y compartir gajos de mi tiempo con ellas. Marino, ha sido, sigue siendo, un honor conocerle y poder seguir disfrutando de su “exquisito hígado”.
Muchas gracias y muchas veces.

Antonio Flores "Pongamos que hablo de Madrid" (vídeo musical).

sábado, 1 de septiembre de 2007

"Carta a Iria"

"Iria"

Más de dos años han pasado, mucho tiempo, sí; esto se ha convertido en una auténtica cruzada, lástima que no exista Santo Grial que buscar para ser encontrado; es una batalla perdida de antemano, para ambas. Lo sé, ahora lo sé. Tú tardarás algo más, has tapiado mi estancia con ladrillos y cemento, a cal y canto. Pero no hay murallas que no puedan ser derribadas, porque no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista.

Ninguna de las dos gana en esta contienda, alguna que otra escaramuza, sí, pero qué importancia tienen si son victorias pírricas que han erosionado nuestras almas con despiadados zarpazos, amargas victorias que han engullido lo que ya no se podrá recuperar: el tiempo, nuestro tiempo, el que nos ha tocado vivir y hemos dilapidado gratuitamente tirándolo por el retrete del orgullo y la obstinación.
Tiempo de compartir, de disfrutar, de sonreír, de tocar, y hasta de sufrir y de llorar, claro que sí; pero siempre unidas, como hasta no hace mucho tiempo fue, tú y yo. Fuertes como rocas ante las tormentas de la vida; cuando yo trastabillaba, tú me dabas la mano para evitar que cayese de bruces; yo hacía lo propio cuando eras tú la que flaqueaba. Eras mi refugio cuando fuera arreciaba el viento de la desolación en mi vida; yo, espejo en el que te mirabas, bastión de tus días. Juntas éramos cara y cruz de una misma moneda. Tan distintas, tan iguales.

No hace mucho, un soplo de viento me regaló un susurro al oído: “oye, que voy en serio”. Y sí, es cierto, no mentía, la vida va en serio. Pero ha sido necesario que valorara la muerte en toda su dimensión para llegar a amarla, a mi vida, esta vida que es tan, tan, tan… ¡corta!
¿Por qué este dispendio en enfrentamientos absurdos que conducen a ninguna parte, a un callejón sin salida?
Racimos de dolor y tristeza pare la tierra. Y, ahora, ya casi ni eso… se torna árida; exangüe a causa de los profundos arañazos que la atraviesan, agoniza, sueña con aquellas lágrimas salvadoras que mantenían húmedo su corazón, ahora mendigo de latidos.

No sé dónde has enterrado nuestras conversaciones, nuestros momentos, nuestra amistad; quiero pensar que no han sucumbido en el abismo de tu desmemoria, sino que, de momento, reposan y envejecen como los buenos vinos, para tornarse sabios y cálidos a tu paladar y a tu corazón. El día que decidas descorchar la botella mi voz será escuchada desde lo más profundo de tu ser, volverás el rostro hacia mí, y ahí estaré, esperando encontrarme contigo, con esa mirada que ahora me niegas, pero que sigue iluminando tu ausencia, nunca ha dejado de hacerlo. Esa es mi fe, la que impide que me hunda en el lodo de la desesperación arrastrada hacia los abismos de la oscuridad.

Nacemos para morir, eso es incuestionable. Así se puede resumir nuestra existencia. El tramo que media entre ambos puntos lo aderezamos con nuestras decisiones, acertadas o erróneas, pero nuestras al fin y al cabo. No esperemos a que sea demasiado tarde, que ya no haya remedio ni tiempo para enmendar, sería terrible, la peor de las penitencias que la vida y la eternidad nos podrían imponer.
¿Por qué perder el tiempo tan neciamente?

Reflexionemos, aparquemos nuestros orgullos y desnudemos nuestras almas de rencor y resentimiento, tan solo así naceremos de nuevo, la una para la otra, como pronto hará 27 años que sucedió, que nacimos las dos, tú a esta vida, yo a la que me ha conducido hasta aquí, cargada de errores pero también de algún que otro acierto, y desde la que me asomo para pronunciar tu nombre, una vez más, en silencio: Iria.

No permitas que el olvido se convierta en tu paladín, lengua de polvo que todo lo pudre y destruye y deja a su paso los recuerdos llenos de cadáveres.

Si me dijeras pide un deseo, no te pediría un rabo de nube, no; mi deseo sería escuchar una palabra, sólo una: “mamá”.

Feliz 27 cumpleaños. Mi regalo, tu canción favorita.

Take That "Back for good" (vídeo musical).