Por motivos, que serían muy largos de contar, hace casi dos años que mi hija y yo no nos vemos.
Soy una madre que está en el más absoluto paro.
¿Que si es duro?
Me han despedido de mi puesto de madre sin derecho a subsidio, ni indemnización y con una muy dudosa readmisión.
Heme aquí con 27 años de experiencia y sin poder ejercer, en fin... que la vida sigue, a veces a nuestro pesar y el de nuestras miserias; con nosotros o sin nosotros, es implacable.
Que la quiero eso lo sabemos ambas y que ella a mí, también; aunque ahora esté tejiendo su mundo, en el cual, de momento, no tengo lugar ni cabida.
Mis mejores aliados ahora mismo son el tiempo y la escritura, ellos me han ayudado a atemperar los fantasmas del dolor y ahuyentar el vacío de su ausencia.
Nada es eterno; ni la vida ni el sufrimiento.
Bajo estas palabras laten dos vidas.
Me acecha día a día,
presta a devorarme
Pronuncio tu nombre
desde la melancolía
instalada en mi corazón
y la imagen que proyectan mis retinas
es la de una recién nacida
con trajecito azul,
Tú, mi niña.
Tú, que me has rescatado del abismo,
una y otra vez.
Luz en mi oscuridad,
horizonte hacia el cual he dirigido mi brújula,
motor de virulenta y atormentada vida.
Te quiero, mi niña,
aquí, en este mundo,
y más allá de la eternidad,
porque ni la muerte podrá impedir
que te siga protegiendo.
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