viernes, 23 de enero de 2009

"Barcelona, lo bello y lo triste"


Me permito la licencia de acompañar al nombre de esta provincia el título del libro de uno de mis autores predilectos: Yasunari Kawabata.
Y, recordando a Italo Calvino, otro titular para este escrito bien podría ser: “Las ciudades y los estados de ánimo”.

Me voy de Barcelona, o, más bien, regreso a donde debo estar. Vuelvo a la ciudad en la cual parte de mis sueños se hicieron realidad: Madrid, que me concedió el beneficio de la duda razonable. Allí me espera la persona más importante de mi vida, mi hija; mi socio y mi empresa, el sueño de dos personas hecho realidad a base de ilusión, esfuerzo y talento.

Tres años, Barcelona, han sido tres años habitando en tu seno. No quiero hablar de lo triste, porque ello significaría conceder protagonismo a quienes no se lo merecen y que tanto daño gratuito han causado sin motivo. Fatiga siento ya de su estupidez. De ellos ya han hablado su silencio y sus actos, o ausencia de los mismos.
Recordando a Pavesse: “Llega un día en que hacia aquel que nos ha perseguido sólo sentimos indiferencia, fatiga de su estupidez. Entonces, perdonamos”.

Prefiero dedicar esta despedida a las personas que, sin pretenderlo, han logrado que lamente mi marcha.

En ellas he encontrado y me han transmitido sensaciones hermosas: calidez, cariño, espontaneidad, sonrisas, buen humor, naturalidad y cercanía sincera. El otro lado de la moneda que, en un momento dado, llegué a pensar, Barcelona no tenía.

No hace mucho ansiaba irme con todas mis fuerzas, odiaba esta ciudad; mas lo hacía desde la indolencia y el dolor infligidos por quienes contribuyen a tejer el tapiz de la inmerecida mala fama que tiene Barcelona fuera de sus fronteras. Ahora, hoy, me cuesta hacer las maletas y decir adiós. Y mis amigos y compañeros son los causantes.

Gracias a todos y hasta siempre, porque regresaré por vosotros y gracias a vosotros.

Joan, cuánto me ha costado despedirme, mucho; mi aprecio por ti es sincero y grande. Eres la discreción y ternura hechas carne en cuatro caracteres de un vocativo. Siempre estarás presente en mi memoria. Gracias por tus buenos deseos, ojalá sea merecedora de ellos. Tu “Libro de Estilo” es fiel compañero de consultas y de mesilla. Eres todo un señor.

Anna, (para mí siempre serás “Anita”), mi compañera de gimnasio y “del cortadito de los jueves”, eres estupenda y estás “idem”. Yo, también, te llevo en mi corazón y serás protagonista de mis mejores recuerdos. Presumiré de que tengo una muy buena amiga catalana cuando esté en Madrid, se pondrán verdes de envidia.

Ainhoa, nuestra monitora, la mamá del “Chiquipark”. Te echaré de menos, has sido y eres una profesora maravillosa. Que lo sepan tus jefes.

Miguel Ángel, ¿a quién voy a sacar la lengua a modo de saludo a partir de ahora? Aunque no esté, piensa que te estaré mirando con el “rabillo del ojo”, (tú ya sabes de qué va la broma, ¡ándate con ojo!).

Marc, gracias por tu llamada de despedida, sigue practicando “spinning” y que tú lo sudes mucho. A Marc_ar distancias.

Valentí, Carlos, Antonio Pavón, Susana, Ramón y todos aquellos que me han transmitido otra visión de esta mal publicitada tierra.

Un cariño especial para Andrea, la recepcionista de “Metropolitan”, toda ella sonrisa y encanto. Y para el resto del personal, con el cual he tratado, mis felicitaciones y gracias por tan buena atención.

Cómo olvidar a Ed, mi querido Ed. Qué decirte que tú no sepas ya.

Carlos, “Ritter Ritz”, que no has dudado en acompañarme en uno de los momentos más tristes y duros de mi vida. Como tú bien dices: “el arte es curativo”, y tienes razón. Gratificantes e inolvidables momentos hemos compartido juntos asistiendo a los conciertos de música clásica en “La Pedrera” o a la magnífica exposición de fotografía de “Man Ray, Duchamp y Picabia”, en el MNAC. El cuadro que pintaste especialmente para mí, inspirado en una de las piezas que tanto me gustó de la exposición, forma parte ya de mis posesiones más preciadas. Como buen pintor, has aportado unas indelebles pinceladas de color a mi vida. Y cómo no, agradecerte una y mil veces que me hayas presentado a tres escritores maravillosos: Kawabata, Calvino y Pavesse. La lectura de sus libros ha sido una de las mejores terapias para combatir el dolor y la tristeza.

Mariano, todo un caballero y derroche de generosidad, mil gracias por tu inesperado regalo de navidad y por invitarme a compartir la cena de fin de año con tu familia. El más cálido y reconfortante cierre que he celebrado desde el 2004.

Jordi, compañero de taburete y charlas interminables en nuestra cafetería del barrio; luchador incansable contra un gran enemigo: cáncer de pulmón, nivel 4 sobre 4. Ole tu optimismo y ganas de vivir.

Mis compañeros de café matutino en “Aversa”: Luis y Bruno, sus propietarios; Manel, siempre estás estupendo; Pilar y su amiga, la secretaria de Ricardo Bofill (ahora mismo no recuerdo su nombre); Alejanphrey (Alejandro y su teckel “Humphrey”); Carmen Casas, articulista del diario “Avui”; entre otros.

Mercedes, mi paisana, de la que tanto apoyo y cariño he recibido. Excelente profesional de la tienda “Jofré”, en Passeig de Gràcia. Preguntad por ella si por allí os pasáis. Es encantadora, como buena gallega.

Hasta más vernos, vosotros sois lo bello que recordaré siempre de esta ciudad. Lo triste está guardado bajo llave y, por fin, es caso cerrado.

Gracias, Barcelona, por todo lo hermoso con que me has obsequiado. Todos ellos son motivo más que suficiente para volver y sonreír de nuevo.

Adéu, amics. Petons.
Deica logo, amigos meus. Bicos.


Jamie Cullum "What a difference a day made" (ver vídeo musical).