lunes, 3 de septiembre de 2007

"Marino en su carnicería"

Hace unos días escribí unas líneas sobre mi cafetería favorita. Hoy será diferente, no versarán sobre el lugar, lo harán sobre la persona y, a la vez, el excelente profesional que es.
Marino se llama y le podéis encontrar en la calle Alcalá, en la carnicería más coqueta y con más sabor de todo Madrid y “parte del extranjero”. Allí está, siempre tras un níveo delantal que protege una no menos nívea camisa (impecablemente planchada), sobre la que se desliza un pequeño riachuelo de color en forma de corbata negra.
Dibuja sobre su rostro una cálida sonrisa, acompañada de un cordial y cercano saludo. Y sobre el techo de su cabeza como él bien dice bromeando: “ni un pelo de tonto”.

Recién habíamos estrenado el año 99 y ocho meses habían transcurrido desde mi llegada a la capital. Eran casi las ocho de la tarde de un día de abril, hora de cierre; deambulaba sin rumbo fijo, ora me paro aquí, ora me paro allí, mirando sin mirar, haciendo tiempo… Casi al final del cruce (entre Alcalá y Jorge Juan), al pasar por delante de una carnicería, caigo en la cuenta de que necesitaba pertrecharme de víveres. Me detengo y echo un vistazo, casi escudriñando, que una es muy exigente para estas cosas. A simple vista se veía muy limpio, todo; y eso, para mí, es de vital importancia. Decido entrar y allí me quedé hasta hoy.

Maravillada por muchas cosas, no sólo por la carne que es un lujo degustarla, sino por el trato y la gran profesionalidad que ponen de manifiesto día a día, año tras año, Marino y su troupe. Nunca he visto a nadie tratar con tanto mimo y cariño un producto como la carne, más que cortarla se diría que la acaricia. Verle en acción es toda una lección de maestría, seriedad y buen hacer. Que este hombre ama su oficio es algo que no pasa desapercibido, no señor, lo destila por todos sus poros, golpea y sacude. Es sorprendente como algo tan vulgar como un trozo de carne se convierte en algo hermoso y atractivo tras el escaparate de su carnicería. Cada pieza va envuelta bajo una capa de mimo y esmero. Nada se hace porque sí, todo allí dentro recibe un trato especial.

Cuántas veces no nos habremos reído con juegos de palabras como éste:

- Marino, ¿tiene buen hígado hoy?

- María, hoy lo tengo estupendo, el mío y el de la ternera. ¿De cuál le pongo?

- De la ternera, Marino, de la ternera.

Y, acto seguido, unas sonoras carcajadas inundan el local.
Ocho años bromeando con su hígado. Así es Marino, de entre lo bueno del oficio, el mejor, y qué decir de su lado humano… de primera calidad.

A lo largo de nuestra caminata por esta vida nos topamos con personajes de lo más variopinto, de pocas puedo decir que ha sido un honor conocerlas y compartir gajos de mi tiempo con ellas. Marino, ha sido, sigue siendo, un honor conocerle y poder seguir disfrutando de su “exquisito hígado”.
Muchas gracias y muchas veces.

Antonio Flores "Pongamos que hablo de Madrid" (vídeo musical).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un día conoceré a Marino, lo sé.

S.

Anónimo dijo...

Yo tengo la suerte de conocer a Marino... es un gran profesional, pero sobre todo una gran persona.
Una persona que a veces a conseguido poner una sonrisa en mi cara tras un día de problemas y agobios.
Marino, gracias por estar ahí.