domingo, 31 de agosto de 2008

"Sasanga blanca, sasanga rosa"


Sobrevivir a uno mismo ¿es una penitencia o un regalo que brinda el otro lado del espejo para buscar y encontrar tu reflejo?
Cuando ambos “yos” se fundan, descansará mi alma sobre un lecho de flores de sasanga y peonías. La nieve que describe Kawabata será bálsamo que purifica, sus montañas rosario de fortaleza y serenidad.
Sumergiré mi secreto en el lago Biwa, las geishas del agua lo convertirán en cerámica Iga, que al humedecerse con el agua iluminará la superficie con colores fulgurantes. Respirará mi secreto del rocío de las flores, cual llanto que humedece el rostro de Biwa.

En mi jardín planté dos sasangas; una, blanca y nívea como una virgen; la otra, rosa intenso, como el epicentro de mi sexo.
Preñadas de vigorosos capullos, florecieron las dos en todo su esplendor; y cayeron sobre la tierra sus flores cual cabezas decapitadas. Se desprendían de su belleza para engrandar nueva vida. Cada flor caída era una ofrenda en mi altar. A pesar de lo efímero de su hermosura, y su agotamiento de parir tanta belleza se mantuvieron firmes, y aferradas a la tierra, engendrando brotes, esculpiendo capullos futuros que se abrirían cual amantes a su señor para fenecer en la tumba de la belleza. Efímeras mariposas que revolotean sobre la piel de su amado, carne sobre la que se posan acariando con sus alas la firmeza masculina, semen que liban para alimentarse, aun a sabiendas de que pronto han de morir. Mariposas del amor. Hermosas, etéreas, sublimes. Belleza pura y delicada. Concebida para ser admirada únicamente. Clímax de un placer intenso, breve, empero inolvidable; de raíces profundas y férreas como las de un viejo arce.
Besos atemporales que conservan calor y humedad, sempiternos guardianes de labios que beben en el riachuelo de los sueños.

Y llegó el día en que mi alma se secó, y con ella mis sasangas; se desprendieron de sus hojas, sus tallos desnudos eran mi reflejo. Ellas sufrían conmigo y así lo manifestaban.
De nada servía el agua con que las regaba a diario. Ellas se marchitaban y yo con ellas, al unísono, como un trío sincronizado para vivir y morir.

No desistí en el intento, si vosotras renacéis yo lo haré también, les prometí un día nublado y plúmbeo, caluroso hasta la locura. Verlas morir convulsionó mi alma, me dirigí hacia la cocina, agarré con decisión el cuchillo más afilado de mi colección. Regresé al jardín, y sobre sus yermos troncos derramé la sangre que manaba de la herida infligida en la palma de mis manos. Manos que han cincelado dolor, placer, proyectos, caricias, sueños, vida, muerte ….
Mis sasangas bebieron de mi sangre, ahora están llenas de brotes, de hijos, de vida. Yo renazco con ellas. Regreso de nuevo, pero diferente; de mi alma brotarán flores, de mi cuerpo alguien extraerá agua y nieve del pozo del placer.

El dolor ha muerto y el viento del olvido se lo ha llevado, como las hojas secas de mis sasangas.
Falta poco para que el dos y el tres se unan, ese día renaceré de mis cenizas. Mi felicidad será la llave que cierre la puerta del tormento, el sosiego ocupará su lugar. Mi sonrisa será el despertar de conciencias engañadas que se rebelarán contra sus amos, el castigo será cruel, a la medida de sus actos, la desgracia será lluvia sempiterna que arrecie implacable sobre sus vidas. El mal engendra mal, un vientre sabio lo rechazó; dos no quisieron nacer, he ahí el punto de partida de la penitencia y el castigo. Lo peor está por venir.
Yo, sigo cuidando mis sasangas. Mi vida.

Sasanga blanca, sasanga rosa.




jueves, 7 de agosto de 2008

"Lejanía"

Lejanía; esculpes con el cincel del tiempo en el fracturado bloque marmóreo de mi alma.
Lejanía; caprichosa dama que expande su intenso perfume sobre mis días.
Lejanía; carcoma de tristezas, morfina del dolor.
Lejanía; seductora cortina de humo que barre con su cola el viento de los recuerdos.
Lejanía; ladrona irreverente de pasiones únicas.
Lejanía; hoz que siega con precisión certera sobe la tierna hierba de la evocación.
Lejanía; trinchera de mis batallas, abanderada de mis victorias.
Lejanía; castigo de la cobardía, verdugo de la crueldad.
Lejanía; tierra prometida de un edén que no alcanzaré pisar.
Lejanía; borras trazos de lápices, no el rastro que dejan en el lienzo de nuestras vidas.
Lejanía; bálsamo que atempera ausencias, espuma de mar que purifica, brisa que renueva.
Lejanía; manto de penitencias.
Lejanía; amenazador y certero filo de navaja que se pasea con insolencia por la geometría de mi alma.
Lejanía; legado de un comediante del amor.
Lejanía; libérame de las férreas cadenas del pasado, no encarceles mi presente.
Lejanía; tejedora del tapiz de tupidas ausencias, centinela del devenir.
Lejanía; látigo que recuerda el sabor de la desolación.
Lejanía; ángel custodio que me arranca del tentador abismo de la noche eterna.
Lejanía; abono que alimenta la impotencia, veneno de anhelados despropósitos.
Lejanía; estanque lleno de lágrimas no derramadas.
Lejanía; sábana empapada de humedades y placeres no compartidos.
Lejanía; campiña donde brotan rojas amapolas.
Lejanía; lugar solitario, cementerio de huesos tallados por amores imposibles.
Lejanía; madame del lupanar del amor, donde hetaira soy.
Lejanía; no me castigues con la eternidad de tu presencia.
Lejanía; ve y dile al futuro que no me espere.
Lejanía; caníbal de mi alma, vampiro de mi sangre, fortaleza de mi carne.
Lejanía; no permitas que el autor de mis días se convierta en cadáver sin antes poder mirarle a los ojos y decirle: “te quiero.”


Maria Callas "O mio babbino caro", Gianni Schicchi (ver vídeo musical).