viernes, 7 de marzo de 2008

"Ausentarse de la vida"

El tiempo, el implacable, el que pasó,
siempre una huella triste nos dejó,
qué violento cimiento se forjó
llevaremos sus marcas imborrables.
Aferrarse a las cosas detenidas
es ausentarse un poco de la vida.
La vida que es tan corta al parecer
cuando se han hecho cosas sin querer.
En este breve ciclo en que pasamos
cada paso se da porque se sienta.
Al hacer un recuento ya nos vamos
y la vida pasó sin darnos cuenta.
Cada paso anterior deja una huella
que lejos de borrarse se incorpora
a tu saco tan lleno de recuerdos
que cuando menos se imagina afloran.
Porque el tiempo, el implacable, el que pasó,
siempre una huella triste nos dejó.

Pablo Milanés, 1974


No hace mucho, en la eterna noche que gobernaba despiadada una vida huérfana de amor y ternura, una mujer soñó con la soledad y sus gélidas caricias. Caminaba errante y sin rumbo fijo, bordeando un seductor precipicio. Era angosto y estrecho el camino, mas el peligro no estaba en la cercanía del vacío, porque el vacío ya estaba instalado dentro de su alma.
“¡Cuánto duele esta soledad en compañía!”, arrasaban su rostro ríos de lágrimas en sueños.
Se despertó sin despertar, y se rompió en mil añicos. Con el corazón roto y el alma helada decidió ausentarse de la vida para dejar de sufrir. Se lanzó al vacío inundada de frustración. Estaba herida de muerte, la estocada de la impasibilidad y racionalidad de él habían sido certeras.
La fortaleza y la tozudez que siempre habían guiado su vida se adormecieron.
Su eterna lucha por vivir se convirtió en rendición. Se agotó intentando encontrar amor en el desierto de la crueldad y el egoísmo.
Se aferró a una imagen, a una sonrisa, a una mirada y a unas caricias que eran espejismos efímeros. Duraban lo que tardaba en gobernar el verdadero yo de él. Duro contrincante y eterno rival. Vencedor de esta batalla, eterno perdedor de la guerra.
Él es charco de emociones, ella océano. Se secó el charco, el océano permanece e inunda, se convierte en maremoto que sacude y acaricia geografías.

“Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Gongk...”, Isak Dinesen, “Out of Africa”.
Denys Finch-Hatton y la baronesa Karen Blixen.

Yo tenía un amor a los pies de las colinas de mi alma. Lástima que no exista Denys Finch-Hatton que regrese de safari en su avioneta; con sus tres rifles, su gramófono y Mozart, para recitarme ‘La canción del viejo marinero’ de Samuel Coleridge, lavarme el cabello y escuchar uno de mis relatos bien contados.


Mozart "Concierto para clarinete y orquesta K.622", BSO "Out of Africa" (ver vídeo musical).













"La canción del viejo marinero" de Samuel Coleridge. (Finch-Hatton y Karen Blixen).

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