domingo, 30 de septiembre de 2007

"El Huno"

Ajustó la peluca sobre su cabeza y se miró en el espejo por última vez antes de salir. Sí, estaba perfecta. De camino hacia la puerta agarró al vuelo un pequeño bolso. Todo lo que necesitaba estaba allí dentro. Sin volver la mirada abandonó para siempre aquel mugriento cuarto y con paso decidido bajó las escaleras que conducían a la calle.

Giró a la izquierda y continuó todo recto durante un buen trecho. El lugar de destino quedaba algo lejos. Las luces de neón chirriaban ante su mirada con estridentes y agresivos colores que todo lo invadían; las bocas de los locales vomitaban gente, en su mayoría hombres, y mucho ruido, humano y musical. Todo aquel que visitaba la zona sabía que estaría sometido a ese maltrato visual, no en balde iban en busca de emociones mucho más fuertes e intensas.
¿Qué se podía esperar si no en el barrio de las putas?

Llegó a su puesto de trabajo, puntual, como venía haciendo cada noche desde hacía un año. Era discreta y silenciosa. No quería problemas con sus compañeras, no le interesaba armar jaleo, y mucho menos llamar la atención. No compartía con ellas el mismo objetivo: ganar dinero con su cuerpo.

Su clientela era fija y selecta, tal como se había propuesto. Tres clientes eran los destinatarios de su experiencia y artes amatorias. Y, debía ser muy buena, pues, para su sorpresa, siempre preguntaron por ella desde el primer encuentro.
Aquella noche le tocaba a él, a "Huno" (abreviatura de Hombre Uno). A ninguno les llamaba por su nombre, no quería implicaciones emocionales de ningún tipo. Los otros, como buenos secundarios, se quedaban simplemente en: "Eldos" y "Eltres."

La hora acordada se acercaba. Se miró de reojo en el escaparate de un sex_shop. Todo estaba en su sitio, la poca ropa que llevaba encima, para ser exactos. Un escotado vestido negro insinuaba unos turgentes y tentadores pechos, la espalda quedaba al descubierto en toda su trayectoria, hasta el mismo coxis. Las piernas, bien torneadas y largas, asomaban en todo su esplendor bajo el escaso tramo de tela, destinado a ocultar ciertas zonas de privada visión y deleite. Unas sandalias con tacón de vértigo eran el colofón a su indumentaria.

Un coche aparcó enfrente de donde estaba. La puerta del copiloto se abrió como una oscura cueva ante ella. Entró. Conductor y acompañante se alejaron de aquel sórdido lugar. Él iba camino del éxtasis eterno, ella de cumplir su promesa.

El nuevo día asomó a su hora, y sin contemplaciones desplazó a la noche con todos sus habitantes y fauna. Eran las nueve la mañana, hora de un buen desayuno. Entró en su cafetería de siempre, se sentó en la mesa de siempre y, como siempre, leyó la prensa.
Los titulares eran unánimes, la noticia corría como reguero de pólvora en boca de todos los allí presentes.
Sin inmutarse leyó la cabecera, únicamente. El resto no le interesaba. Conocía a la perfección todos los detalles.

El presidente de una prestigiosa multinacional había sido hallado muerto en la cama de un lujoso apartamento. El cadáver, encharcado en su propia sangre, estaba desnudo, esposado al cabezal y con los pies encadenados. Su miembro había sido amputado e introducido en la boca hasta la garganta.
La policía había iniciado una investigación y, hasta el momento, no tenían ningún sospechoso.
Dobló el periódico y lo dejó sobre la mesa. Sonrió para sus adentros y suspiró levemente. Su promesa había sido cumplida.

Aquel cabrón, en su juventud, despechado ante la negativa de su madre a sus proposiciones, una noche decidió violarla hasta casi matarla. Ella no dudó en denunciarle y esa fue su ruina. La familia de él era rica y muy poderosa, compraron a la policía, amenazaron a los testigos y sobornaron al juez. Salió en libertad sin cargos.
Su madre quedó embarazada. Decidió tener a su hija, mas a los pocos meses de nacer ella se suicidó.

El muy cerdo, antes de morir, había escuchado horrorizado toda la historia de sus labios.
Querido Huno, comenzó lentamente su confesión, deseaba regodearse, estás follando con tu hija. Sí, sí, no abras tanto los ojos, hijo de puta. Soy tu hija, sí, sí, la misma que estás pensando. La misma que durante un año te la ha chupado, y a la que le has metido la polla, por delante y por detrás. Le lamiste el coño a tu hija, Huno ¿ahora sientes asco? Seguro que no tanto como el que yo he tenido que soportar desde el primer día que me tocaste. Después de estar contigo me iba al baño y vomitaba, vomitaba la repugnancia que tenía que disimular cuando estábamos juntos.
Y deja ya de negar con la cabeza, porque ahora quien da las órdenes soy yo. Es cierto, soy tu hija, tu hija bastarda, muy a mi pesar y para mi vergüenza. Ahora te das cuenta a quién te recordaba, ¿verdad? A mi madre, sí.
Tú la mataste, y has de pagar por ello con tu vida. Tu vida por su muerte. Sea pues. Y dicho esto le amputó el miembro con un enorme cuchillo de cocina, acto seguido, aún vivo pero exangüe y sin fuerzas para poder emitir sonido alguno, se lo introdujo en la boca.

La policía, a día de hoy, continúa buscando a la misteriosa prostituta del “Barrio de las Flores Nocturnas.” Así como apareció un día, desapareció de la misma forma: silenciosa y discreta.

Tracy Chapman "The promise" (vídeo musical).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un relato desgarrador, completo de imágenes sórdidas, brutales. Tendrías que dedicarte a los guiones cinematográficos. Manejas muy bien la visualidad. Y los tiempos.
Un saludo.
Franzl.